La adolescencia y la Fecundidad

 La palabra adolescente en castellano deriva del latín adolescere que significa “crecer” o “desarrollarse” y es comúnmente conocido como el crecimiento a la adultez. El psicólogo estadounidense Stanley Hall fue uno de los pioneros en plantear la adolescencia, en 1904, como un tema de investigación científica al ser una fase fundamental del desarrollo humano y lo adjudicó a los cambios sociales que ocurrieron en el siglo 20. Erik Erikson, en su teoría del desarrollo psicosocial, incluye dos fases con crisis relacionadas a la adolescencia: en primer lugar, el periodo previo a la pubertad con la crisis identidad versus inferioridad, cuando el individuo entra en contacto con su círculo social; y la identidad versus el conflicto de roles, enfocada principalmente en la formación de su propia identidad sexual, relaciones amorosas o roles de género, que están altamente influenciados por los componentes culturales de la sociedad.


La adolescencia está caracterizada por diversos cambios biológicos, psicológicos y sociales entre los 13-14 años hasta los 18 años en la mujer y entre 13-14 años hasta los 20 años de edad en el hombre. Según la OMS, los adolescentes son los individuos entre 10-19 años, mientras que los jóvenes se ubican en el grupo etario entre 15-24 años de edad. Por otro lado, la “Convención de los Derechos del Niño” en 1989, define los 18 años como la edad límite de la niñez-adolescencia, y generalmente, ésta es la que utilizan las leyes de cada país para considerar a una persona adulta. En la era pre-industrial, la adolescencia no era reconocida como una fase de la vida como lo es actualmente, los jóvenes entraban tempranamente a la fuerza laboral y se casaban aproximadamente 10-15 años luego del inicio de la pubertad. Con el inicio de la era industrial y la finalización de la segunda guerra mundial, surgieron cambios en el ámbito laboral, requiriéndose una fuerza especializada de trabajadores que culminó en la prolongación de los estudios. En realidad, la adolescencia transciende a esta necesidad social y debe considerarse como una etapa única de crecimiento y maduración neurológica, reconocida desde la antigüedad debido a comportamientos típicos como impulsividad, vigorosidad, dinamismo o irreverencia. Con el desarrollo económico, han ocurrido diversos fenómenos demográficos que han consagrado esta etapa de la vida, aunque los límites sociales que determinan su paso a la adultez como terminar la escuela, trabajar, casarse y tener hijos, son cada vez menos claros, por ejemplo, no es infrecuente encontrar países, generalmente de alto desarrollo económico y social, donde la maternidad o la unión matrimonial son retrasados o simplemente no ocurren. Sin embargo, también han generado beneficios particularmente en las mujeres, ya que el matrimonio durante la adolescencia se relaciona con aumento del riesgo de infecciones transmitidas sexualmente (ITS), embarazo no deseado, violencia doméstica y trastornos psiquiátricos, especialmente en países en desarrollo.

Las etapas de la adolescencia han sido clasificadas de forma variada, según el neurodesarrollo y sus implicaciones en la salud y el comportamiento. Resulta práctico la utilización de una clasificación que se ajuste a la mayoría de los indicadores de morbilidad que se estiman en este grupo, como:

1) adolescencia temprana (10-14 años); y 2) adolescencia tardía (15-19 años). No obstante, esta etapa también es frecuentemente dividida en tres fases: temprana (10-14 años), media (15-17 años) y tardía (18-19 años). Por otro lado, entre los 20-24 años se ha definido el periodo de adultez temprana, en donde la persona empieza a adoptar roles del adulto, como el trabajo, estudios terciarios, matrimonio, crianza e independencia económica, pero como se ha comentado previamente, los límites de estas etapas se superponen. Múltiples cambios biológicos, psicológicos y sociales se han estudiado en la transición de la adolescencia hacia la adultez, los cuáles son mostrados en la Figura 1. 

 En la actualidad, se conoce que la adolescencia es una etapa de maduración neuronal que transcurre en conjunto con la pubertad, la aparición de los caracteres sexuales secundarios, reactividad emocional y aumento de conductas riesgosas asociadas a cambios sociales en donde el individuo comparte menos con sus padres, se relaciona más con sus pares sociales e incrementa la autonomía. Algunos de los cambios en el comportamiento son: mayor interés en la novedad, en las recompensas a corto plazo, impulsividad, conductas riesgosas y búsqueda de experiencias excitantes, que se creen que tienen un trasfondo evolutivo, pero en la sociedad moderna generan conductas desadaptativas como conducir en estado de ebriedad, abuso de sustancias y relaciones sexuales inseguras. La adolescencia es un periodo único con cambios biológicos, psicológicos y sociales, enmarcados en la pubertad, el neurodesarrollo, el incremento de las conductas de riesgo y el mayor interés social-sexual. Esta etapa tiene una evolución natural, por lo tanto, el embarazo adolescente constituye una crisis no normativa del desarrollo psicosocial, en donde un adolescente en pleno crecimiento y desarrollo, debe hacerse cargo de otro ser. Los factores de riesgo también son biológicos, psicológicos y sociales, y deben ser tomados en cuenta, especialmente en los países en desarrollo donde hay mayor tasa de deserción escolar, mayor pobreza, falta de conocimiento en salud reproductiva y legislaciones más restrictivas para el adolescente. Los estudios de neuroimagen han determinado que en el cerebro de los adolescentes hay un proceso de maduración de los neurocircuitos y mielogénesis activa, por lo tanto, éstos se ven modulados por el incremento de las hormonas sexuales, afectando en mayor grado al sistema límbico que altera la capacidad de auto-control, toma de decisiones, emociones y conductas riesgosas. El periodo de maduración neuronal no culmina con el periodo puberal y se estima que los cambios se extiendan hasta los 25 años de edad. Anatómicamente, se observa un aumento progresivo del volumen de la materia gris, seguido de una reducción en forma de “U invertida”, causado en primera instancia por una marcada sinaptogénesis que continua con la poda sináptica, en donde se eliminan conexiones poco utilizadas y se mantienen las relacionadas a tareas más complejas, que resultarán en neurocircuitos más finos que respondan óptimamente. Esto se ve acompañado de un aumento de la materia blanca de los tractos entre la corteza prefrontal y las áreas subcorticales, así como del cuerpo calloso que permite la comunicación entre los dos hemisferios cerebrales, debido a la mielinización y el incremento del diámetro axonal. El aumento de las áreas corticales inician en las zonas motoras y sensitivas, por lo tanto, las áreas encargadas de los componentes cognitivos y sociales maduran de forma tardía, en especial la corteza prefrontal. El lóbulo frontal y la corteza prefrontal se encargan del control motor, análisis de problemas, espontaneidad, memoria, lenguaje, juicio, control de los impulsos, además del comportamiento social y sexual, pero en la adolescencia las interacciones personales y la toma de decisiones dependen en gran medida del sistema límbico, es decir, toman decisiones emocionales a diferencia de lógicas y apropiadamente razonables como un “adulto”19. Desde el punto de vista molecular, la dopamina es uno de los principales neurotransmisores del sistema nervioso y modula la habilidad para experimentar placer; en este sentido se ha demostrado un aumento progresivo de los tractos dopaminérgicos que culminan en la corteza prefrontal, por ende está involucrado en la maduración de las funciones cognitivas, pero también estimula la experimentación con sustancias que ocasionan alteraciones en el circuito de recompensa y los predispone al abuso de las mismas. Por otro lado, los esteroides sexuales actúan sobre la amígdala y son los responsables del aumento del impulso sexual, labilidad emocional y la impulsividad. También se ha encontrado que durante la adolescencia, en la corteza prefrontal empieza a madurarse la transmisión GABAérgica, por lo tanto esta falta de maduración en el inicio de esta etapa influye en la euforia o en las conductas riesgosas.


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